7 de octubre de 2022
SALMO 102:1-18 NVI
Oración de un afligido que, a punto de desfallecer, da rienda suelta a su lamento ante el Señor.
Escucha, Señor, mi oración;
llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
cuando me encuentro angustiado.
Inclina a mí tu oído;
respóndeme pronto cuando te llame.
Pues mis días se desvanecen como el humo,
los huesos me arden como brasas.
Mi corazón decae y se marchita como la hierba;
¡hasta he perdido el apetito!
A causa de mis fuertes gemidos
se me pueden contar los huesos.
Parezco una lechuza del desierto;
soy como un búho entre las ruinas.
No logro conciliar el sueño;
parezco ave solitaria sobre el tejado.
A todas horas me ofenden mis enemigos,
y hasta usan mi nombre para maldecir.
Las cenizas son todo mi alimento;
mis lágrimas se mezclan con mi bebida.
¡Por tu enojo, por tu indignación,
me levantaste para luego arrojarme!
Mis días son como sombras nocturnas;
me voy marchitando como la hierba.
Pero tú, Señor, reinas eternamente;
tu nombre perdura por todas las generaciones.
Te levantarás y tendrás piedad de Sión,
pues ya es tiempo de que la compadezcas.
¡Ha llegado el momento señalado!
Tus siervos sienten cariño por sus ruinas;
los mueven a compasión sus escombros.
Las naciones temerán el nombre del Señor;
todos los reyes de la tierra reconocerán su majestad.
Porque el Señor reconstruirá a Sión,
y se manifestará en su esplendor.
Atenderá la oración de los desamparados,
y no desdeñará sus ruegos.
Que se escriba esto para las generaciones futuras,
y que el pueblo que será creado alabe al Señor.