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Cuando estoy en la sede de La Iglesia Wesleyana en Fishers, Indiana, me sorprende cada vez que paso por la declaración de la visión que hay en la pared en letras grandes: “transformando vidas, iglesias y comunidades a través de la esperanza y la santidad de Jesucristo”.

Palabra clave: transformar.

Imagina a toda una denominación llena de personas que lideran bajo este estandarte. ¿Cómo sería si estuviéramos decididos a ser líderes transformadores? ¿Qué palabras te vienen a la mente cuando imaginas lo que eso significaría? ¿Cómo imaginas que se viviría nuestra declaración de visión wesleyana en tu vida? ¿En tu iglesia? ¿En tu comunidad?

Juntos podríamos hacer una larga lista. Comencemos con tres palabras.

Cultura.

Ser un líder transformador es más que liderar seguidores. También es remodelar, cambiar la cultura para mantenerse enfocado en la misión. Digo “remodelar” porque dondequiera que estemos liderando, ya existe una cultura de algún tipo. Los líderes transformadores remodelan, cambian para avanzar hacia la misión de manera más efectiva. El enfoque estratégico de La Iglesia Wesleyana es “celebrar cada vez que un discípulo hace discípulo y una iglesia se multiplica hasta que La Iglesia Wesleyana tenga una presencia transformadora en cada código postal”. Este es un enfoque que da forma a la cultura. La remodela.

Cuando pienso en ejemplos de líderes transformadores que reformaron su cultura, me viene a la mente Walt Disney. Él, sin que yo tuviera que tomarme el tiempo para describirlo, reformuló el entretenimiento familiar. El hecho de que tengas, de manera instantánea, una imagen en tu mente cuando piensas en Walt Disney es un ejemplo de un líder transformador. Se ha ido de este mundo, pero cambió la cultura del entretenimiento familiar y se vive literalmente en todo el mundo.

Un líder transformador es un moldeador de cultura.

Seguidores.

Un líder transformador hace que el desarrollo del liderazgo se centre más en los seguidores que cumplen la misión que en ellos mismos.

Permíteme dar dos ejemplos. En primer lugar, es posible que algunos de ustedes hayan oído hablar del efecto Shalane. Fue en 2017 cuando, por primera vez en 40 años, una mujer ganó el Maratón de la ciudad de Nueva York. Shalane Flanagan rompió la sequía y ganó con un tiempo de 2 horas y 26 minutos.

En realidad, Flanagan no es solo un atleta de élite. Ella es una líder transformadora. El día que ganó el Maratón de la ciudad de Nueva York, había otras 11 mujeres que estaban teniendo éxito gracias a ella. Cada una de sus compañeras de entrenamiento, esas 11 mujeres, había llegado a los Juegos Olímpicos mientras entrenaban con ella. Las historias siguen y siguen y lo llaman el efecto Shalane.

Segundo, Jesús es nuestro mejor ejemplo. Su ministerio terrenal con sus discípulos duró solo tres años, y todo tuvo lugar en una ubicación geográfica muy pequeña. Después de eso, ascendió de regreso al cielo. Para ser honesta, si yo hubiera sido Jesús, le habría mencionado al Padre, en una de mis horas de oración matutina, que sería mejor ajustar nuestro plan para que me permitiera quedarme en la tierra por seis o siete años más. Tres años de formación no son suficientes para algunas personas como Pedro o Tomás.

Quizás podamos verlo de esta manera. Jesús ascendió de regreso al cielo, pero ha estado viendo a la iglesia tropezar en muchos asuntos importantes. Puedo imaginarme al Padre Dios diciéndole a Jesús: “Hijo, ¿qué tal si te envío de regreso a la tierra cada 100 años más o menos, y puedes dar algunos cursos de actualización?”.

Jesús tiene mucho que enseñarnos. Su ejemplo ha sido poderoso en mi vida. Equipar y empoderar fue, definitivamente, mi parte favorita de lo que hice en mis años en el liderazgo de la iglesia local. Hacer cosas yo misma o dar el ministerio a otros para que los disfruten son dos estilos de liderazgo claramente diferentes. El ejemplo de Jesús es contradictorio. Lo he encontrado tanto desafiante como gratificante.

Jesús entrenó a sus discípulos y luego, de muchas maneras, los soltó. Quizás una descripción más precisa es que se asoció con ellos, llenándolos del Espíritu Santo. Los líderes transformadores ponen la misión en manos de los seguidores y luego dan todo para apoyarlos. Un líder transformador tiene más que ver con los seguidores que cumplen la misión que con sus propios logros. Me sorprende cada vez que leo Juan 14:12 donde Jesús dijo que sus seguidores harían cosas aún más grandes que las que él había hecho.

Jesús hizo que el desarrollo del liderazgo se centrara más en que sus discípulos fueran las manos, los pies y la voz de la misión que ahora llamamos la Gran Comisión (Mateo 28:19-20).

Discípulo.

Un líder transformador nunca deja de ser un discípulo. Verán todo y a todos a través de los ojos de Jesús. Todo lo que hagan será pensar, hablar y actuar cada día más como Jesús. El discipulado es tan práctico que es completamente holístico. Se trata del discipulado en todo momento. Todo se trata de volverse más como Jesús. Todo.

Mi madre es mi mejor ejemplo de este tipo de líder transformador. Ella está en el cielo ahora, pero acumuló alrededor de 100 años en sus 64 años reales que le dieron. (Le dedico esta publicación).

Su nombre era Beulah Lehman. La llamé “mamá” al igual que mis 11 hermanos y hermanas, además de varias docenas de hermanos y hermanas adoptivos a lo largo de los años. Ella era fuerte e inteligente. Ella entregaba Meals on Wheels (un programa que distribuía comida de puerta a puerta a gente que no podía comprarla o prepararla), era granjera, cazadora, miembro de la junta escolar y Técnico de Urgencias Médicas (EMT, por sus siglas en inglés). ¿Cómo tuvo el tiempo y la energía para plantar también cinco iglesias junto a mi padre? ¡Nunca lo sabré! Para muchos, ella era una supermujer. Durante bastante tiempo, preparamos la mesa para la cena para 21 personas: dos mesas grandes, extendidas para que nuestra familia multiétnica se sentara y comiera junta.

Esta asombrosa mujer hizo que todo se centrara en Jesús. De hecho, en su lápida, escribimos su dicho favorito: “Para esto, tenemos a Jesús”. A mamá, si era un elogio o si era un problema, le decía: “Para esto tenemos a Jesús”.

Si estuvieras luchando con algo, ella diría: “¿Has orado por eso?” o “¿Qué te está diciendo Dios?” Si te lastimaste en la granja (y tuvimos una variedad de lesiones a lo largo de los años que mis hermanos y hermanas aún recuerdan) mi madre decía: “¿Quieres orar por eso o ir al médico?” ¡Hubo varias ocasiones en las que se pidió que hiciéramos ambas cosas!

Cuando alguien tenía una queja debido a un inconveniente, decía que era una preparación para convertirse en misionera. A veces, la queja se refería a viajar en un automóvil lleno de gente o caminar cuesta arriba hasta nuestra casa en el invierno porque había demasiada nieve en la carretera (esta es una historia real). Otras veces no había agua caliente porque mi padre estaba harto de pagar altos precios para llenar el tanque de combustible junto al granero, por lo que comenzó una larga búsqueda para independizarse energéticamente.

Mi madre tenía razón sobre la preparación. La mayoría de nosotros nos hemos convertido en misioneros y / o pastores a corto o largo plazo. Gran parte de lo que soy hoy se debe a la influencia de mi madre para mantener a Jesús en el centro de todo.

Para esto tenemos a Jesús.

Al final, mi mamá sabía lo que creen los líderes transformadores. Se trata de cultura, de seguidores y de discipulado, además de evangelización, de oración e integridad. Por separado, éstas son solo palabras simples. Pero cuando las pones juntas, en las manos de Dios, los resultados son milagrosos.

Al final del día, no se trata solo de transformar una cultura, una iglesia o una denominación. Se trata de personas. Una persona. Tu familiar. Tu compañero/a de trabajo. La persona sin hogar al final de la calle y a la vuelta de la esquina. La persona con quien no te la llevas bien en la escuela. Esa persona que ha sido invitado/a por primera vez a la iglesia este domingo. Se trata de una vida transformada. Y estoy segura de que puedes estar de acuerdo conmigo en esto: solo Jesús puede transformar una vida.

Al liderar en cualquier papel al cual Dios nos ha llamado, lo hacemos bajo el estandarte de “transformar vidas, iglesias y comunidades a través de la esperanza y santidad de Jesucristo”. El mismo Espíritu Santo nos da poder. Entonces, caminemos todos humildemente en el Espíritu. Imaginemos eso juntos.

La Dra. Anita Eastlack es la directora ejecutiva del Departamento de Multiplicación de Iglesias y Discipulado de La Iglesia Wesleyana.