Dos de los elementos más vitales de la vida humana y cristiana son la fe y el arrepentimiento. Ambos son la clave para vivir y disfrutar una vida plena y llena de propósito para la que Dios nos creó.
Fe
Fe es practicar la confianza en alguien o algo que creemos justo o verdadero. Hemos nacido para vivir de la fe. Tanto si nos sentamos en una silla en la que nunca nos hemos sentado, como si utilizamos el interruptor de la luz por primera vez o rebasamos el tráfico en sentido contrario en una carretera de dos carriles, estamos ejerciendo un nivel básico de fe o confianza.
Dios nos ha dotado con la capacidad de tener fe para tener “confianza en lo que esperamos […] certeza de lo que no vemos” (Hebreos 11:1). No podríamos funcionar diariamente viviendo a base de dudas o miedos constantes. Estaríamos paralizados.
La fe y y el creer son inseparables, pero no idénticas. Nuestras creencias son aquellas cosas que afirmamos que son precisas, correctas o verdaderas. En su nivel más básico, la fe cristiana comienza cuando asumimos la creencia de que Dios existe, es bueno y “recompensa a quienes lo buscan” (Hebreos 11:6). Llegamos a reconocer Su deseo de tener una relación con nosotros, concretamente a través de Jesucristo. Este mismo versículo nos recuerda incluso que la fe y las convicciones no surgen de la nada, sino que son decisiones que tomamos.
La Biblia nos enseña que la salvación (la reconciliación con Dios) llega por medio de la fe (Efesios 2:8), una convicción confesada y practicada (Romanos 10:9). Jesús nos desafía a practicar nuestra fe creyendo en Él para la vida eterna (Juan 3:16).
Nuestra fe, o confianza en lo que creemos, debe llevarnos a la práctica. Santiago, el hermano de Jesús, dice: “Te mostraré la fe por mis obras [lo que hago]” (Santiago 2:14-19). Una convicción es un concepto específico, y confiar es ejercer la fe en lo que creemos o en quién creemos.
¿Puede crecer nuestra fe? Por supuesto que sí. Nuestra capacidad de fe es un don de Dios y Él quiere ayudarnos a crecer en nuestra fe y madurez. Sorprendentemente, las pruebas y desafíos de la vida son herramientas útiles para ayudarnos a desarrollar nuestra fe en la perseverancia y la madurez mientras le pedimos ayuda a Dios (Santiago 1:2-8).
¿Pueden coexistir la fe y la duda? De hecho, la fe y la duda pueden residir en nosotros al mismo tiempo. En Marcos 9:24, un hombre le dijo a Jesús: “¡Sí, creo! ¡Ayúdame en mi falta de fe!”. Quizá te sientas identificado con esta situación. La vida nos lanzará imprevistos que nos harán preguntarnos en qué creer. Pero Jesús sabe, y el Espíritu nos lo recuerda, que nuestra fe siempre tiene espacio para crecer y expandirse.
Años atrás, fui cayendo gradualmente en un período sostenido de depresión. Era muy confuso y me llevó a dudar de muchos de los principios de la fe que me habían enseñado y que predicaba semanalmente a los demás. Como pastor, estaba desesperado por encontrar una solución. Con el tiempo, me di cuenta del significado y el poder de Hebreos 11:6. Comencé a reconstruir mis creencias. Empecé a reconstruir mi sistema de creencias sobre dos verdades fundamentales: Dios existe y es bueno, y que no me abandonará. Mi fe fue puesta a prueba y, finalmente, prevaleció y creció. Sabía, en lo más profundo de mi ser, que Dios existía y me amaba. Desde entonces he vivido esa creencia con una fe apasionada y firme.
Arrepentimiento
Considero que el arrepentimiento está ampliamente menospreciado e incomprendido. El arrepentimiento se ve a menudo como una especie de pesar, remordimiento o convicción de nuestros pecados que nos lleva a la gracia de Dios en el perdón y la salvación. Aunque esto es correcto, el arrepentimiento es mucho más que esto.
El camino hacia la salvación y la transformación de la vida es el arrepentimiento en todos y cada uno de los puntos en los que ese cambio es necesario. Así es como somos hechos nuevos.
El arrepentimiento fue la enseñanza primordial de Jesús (Mateo 4:17) y el mensaje que Jesús retó a sus seguidores a predicar después de su partida (Lucas 24:47). El arrepentimiento es tan importante que el apóstol Pedro nos dice que el Señor es paciente con nosotros, “no quiere que nadie perezca”, sino anhela que todos acudan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).
Nuestra palabra “arrepentimiento” viene del griego, metanoia, que significa cambio de mente y el corazón de tal manera que conduce a un cambio positivo. La metanoia conduce a una transformación sobrenatural de nuestras vidas, como la metamorfosis que se produce cuando una bicho como la oruga se convierte en una hermosa mariposa.
¿Alguna vez has intentado ayudar a una persona a hacer cambios en su vida y se ha resistido? Las razones pueden ser muchas, pero una de ellas puede ser que no hayan sentido la necesidad de cambiar. La primera señal de arrepentimiento es tener un sentido de necesidad en nuestro interior. En el contexto cristiano, esto es lo que llamamos convicción (sentir que algo está mal) y esto nos abre la puerta al perdón y al cambio de vida.
La Biblia respalda una triple naturaleza del arrepentimiento. Primero, es el sentido de convicción o arrepentimiento por parte del Espíritu Santo cuando el estilo de vida que se ha llevado necesita un cambio. Segundo, es un cambio necesario de mente, actitud y/o perspectiva (2 Corintios 5:16-17; Romanos 12:2; Salmos 73:17). Tercero, es poner en marcha una nueva forma de vida. Estos tres aspectos se exponen claramente en Efesios 4:22-24: “Se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza […] ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (convicción, corrección y en conformidad con Cristo).
La fe y el arrepentimiento son elementos vitales de la vida. La fe del cristiano es una fe otorgada y escogida por Dios, que cree que Dios existe y es bueno. Y es Dios quien nos conduce al arrepentimiento para que seamos hechos nuevos.
David Holdren es un ministro wesleyano jubilado y autor que vive en Ohio. Antes de jubilarse, fue pastor, asistente de superintendente de distrito y superintendente de distrito interino del antiguo Distrito Este de Ohio, editor ejecutivo de planes de estudio y desarrollo de liderazgo en la sede central de La Iglesia Wesleyana y Superintendente General de La Iglesia Wesleyana del 2000 al 2005.
Preguntas para reflexionar y conversar
- La fe y las convicciones son inseparables, pero no idénticas. ¿Cómo explicarías estos dos términos a alguien que busca una mayor comprensión de la fe?
- La fe crece sobre todo en tiempos de prueba. Identifica las pruebas y desafíos específicos de tu vida que han hecho crecer tu fe. ¿Cuáles fueron esas pruebas y cómo fortalecieron y solidificaron tu fe?
- No es raro que coexistan la fe y la duda. ¿Ha habido momentos en tu vida en los que han coexistido la fe y la duda? ¿De qué manera aprovechaste tu conocimiento de las promesas de Dios para sostenerte durante esa temporada? ¿Cómo ayudó Dios a tu incredulidad?
- La palabra “arrepentimiento” procede del griego metanoia, que significa una transformación sobrenatural. Piensa en un momento en el que hayas experimentado una transformación sobrenatural. Tal vez, fue cuando por primera vez pusiste tu fe en Jesús. ¿Hay algún área de tu vida que necesite hoy una transformación sobrenatural?
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Estos párrafos corresponden a la versión actualizada de “La Disciplina 2022” en la que trabaja actualmente el comité editorial hispano.