Poco después de llegar a los Estados Unidos, la Revda. Claudia Ruiz era parte de una iglesia no denominacional, sin estar segura si seguiría un llamado al ministerio. Amaba su iglesia, se sentía atraída a ayudar en varios ministerios de su congregación y apreciaba el cuidado de su pastor. Anhelando estar mejor equipada para su servicio voluntario, se enteró de las clases de FLAMA dentro de La Iglesia Wesleyana y (después de inscribirse), continuó recorriendo el proceso hasta que tuvo suficientes clases para avanzar hacia la licencia.

 “Alguien me dijo: ‘Ya tienes suficientes clases; pero ahora debes decidir qué hacer’. Y fue entonces cuando Dios nos llamó al ministerio”. El primer cargo de la Revda. Ruiz fue como pastora de jóvenes cerca de Indianápolis; y luego, hace unos 15 años, Dios llamó a Ruiz a Richmond, Indiana, donde fundó Casa de Alfarero. La iglesia creció y la gente de la congregación se convirtió en una verdadera comunidad, caminando juntos a través de alegrías y dificultades, y cuando Ruiz notó que la comunidad congregacional crecía, también comenzó a darse cuenta de la necesidad de iglesias de habla hispana en los alrededores.

Nueve años después de plantar la Casa de Alfarero, la Revda. Ruiz ayudó a iniciar la Casa de Oración en Union City; y a medida que esa iglesia continuó expandiéndose, la Revda. Ruiz notó una necesidad en la comunidad de Portland, Indiana, y lanzó la Casa de Esperanza de Portland.

Navegar las diferencias culturales ha sido un desafío para la Revda. Ruiz y sus equipos de voluntarios. Con feligreses llegando de varios países latinoamericanos, las barreras del idioma y las distintas prácticas culturales a menudo presentan obstáculos.

 “Ellos no son los mismos; son iglesias totalmente diferentes”, reflexionó la Revda. Ruiz. “Incluso cuando te unes al servicio puedes ver cómo Casa de Alfarero tiene una mayoría de gente de México. Oración es 90% guatemalteca; Las alabanzas que cantamos son de Guatemala, es bastante diferente. Esperanza es de todas partes; vemos algo diferente en cada uno. Eso es lo que es único: trabajamos en diferentes culturas y la gente está aceptando cómo esto se está moviendo”.

 Esa aceptación compasiva es una parte central del enfoque ministerial de la Revda. Ruiz: como inmigrante, ella comprende tanto la importancia de conservar la cultura de su herencia como la importancia de crear un espacio hospitalario para que crezcan las raíces culturales de los demás.

“Eso es lo que la iglesia significa para muchos de aquellos con quienes trabajamos: ayuda para adaptarse a diferentes culturas”, dijo la Revda. Ruiz. “Así es como me involucro con la gente, y así es como la gente se acerca a Dios: saben que alguien puede ayudarlos y estar con ellos, así que un día vienen a la iglesia en busca de ayuda, y creemos que Dios continuará ayudando a otros.”

La red de congregaciones hispanas de la Revda. Ruiz está viviendo el llamado de Hechos 1:8 de ir a “los fines de la tierra” – en parte yendo a otros países (las congregaciones de Ruiz creen profundamente en la obra global de Dios) – pero también creando un ambiente hospitalario, un espacio donde aquellos que se están restableciendo desde otros países pueden encontrar un tapiz de relaciones que demuestran el amor de Dios.

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