Soy fan de las tiras cómicas de Marvel. De adolescente, compraba tarjetas y revistas de Marvel, me empapaba de todo lo que había en este mundo de ficción y pensaba: “¿No sería increíble vivir en el Universo Marvel?”. Pero entonces, el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés) dio “vida” a mis héroes.

Mi admiración por el MCU creció porque las dificultades de estos héroes se sentían cercanas a mi mundo. Así que, hasta cierto punto, el Universo Marvel se materializó en mi universo. Todo esto llevó a esa escena climática de la película Endgame en la que Tony Stark, con el guante del infinito, chasquea los dedos para deshacer todo lo que había hecho Thanos (el villano) mientras dice: “Yo soy Iron Man”. El héroe se sacrificaba para poner “orden” en el universo, devolver la vida a los muertos y la salvación. Su acción desinteresada se percibió como un “No te preocupes, yo te cubro” y al instante se enmendaron los errores.

Curiosamente, la palabra hebrea kipper/kopher (traducida como “expiación” en muchas Biblias) significa “cubrir”, “pagar una deuda” y “purificar”. En Levítico, el término se asocia a los sacrificios de animales. A más de 2.000 años de la civilización bíblica del antiguo Cercano Oriente, las ofrendas de animales y los temas de sangre pueden parecer bárbaros y extraños. Sin embargo, Dios habló a su pueblo en formas que pudieran entender según su tiempo y contexto.

El Dios de Israel proporciona a Su pueblo una forma de acercarse a Él a través de una práctica general de sacrificio de animales, no para apaciguar o ganar favor, sino para cubrir el pecado de Israel y limpiar su tierra simbólicamente hablando. Este acto de cubrir los pecados mediante la sangre animal es lo que la Biblia llama expiación. Una práctica simbólica que se supone que aleja a la gente del pecado, paga por comportamientos inadecuados, purifica el ambiente y permite que Dios permanezca con ellos.

Desde la caída de la humanidad en el Edén, debemos recordar que nos hemos manchado con el pecado y hemos contaminado nuestro entorno (Génesis 4:10-12, Romanos 8:22-23). Desde entonces, Dios ha establecido un plan para restaurar la humanidad y toda la creación. El pecado no será el último vencedor sobre este mundo y sus habitantes; si no que es Dios.

A través de la historia de Israel, observamos como Dios se acerca a un pueblo y le muestra Su santidad, poder, justicia, amor y misericordia de múltiples maneras, incluso viviendo entre ellos en el tabernáculo y, más tarde, en el templo. No tenemos que adentrarnos en la historia para ver un problema. Israel no era perfecto; a través del Antiguo Testamento, vemos a los israelitas quebrantando la ley de Dios de muchas maneras. Por ejemplo, engañar a los demás, maltratar a los extranjeros y a las viudas, incluso sustituir a Dios por ídolos hechos a mano. Dios es santo; Israel no lo es.

Por lo tanto, ¿cómo puede permanecer la sagrada presencia de Dios en personas impuras y pecadoras? Si el pecado es algo dentro de la humanidad y algo en lo que la humanidad participa, ¿cómo puede Dios deshacerse del mal sin deshacerse de los humanos? Dios lo tenía cubierto. En lugar de erradicar a Israel de la faz de la tierra o alejarlo de ella, Dios proporcionó una forma de cubrir simbólicamente sus pecados y purificar el entorno: la expiación mediante sacrificios de animales.

Para los israelitas, la vida se encontraba en la sangre (Levítico 17:11). La muerte del animal era un recordatorio visual de las consecuencias del pecado. El esparcimiento de la sangre era un símbolo de cómo una vida inocente cubre o limpia el efecto de la muerte traída por el pecado. En consecuencia, Dios permaneció dentro de su pueblo porque el pecado había sido expiado.

Aunque los sacrificios de animales se ofrecían año tras año, no eran más que un símbolo, algo que apuntaba más allá de sí mismo hacia otra cosa y participaba de la realidad que representaba. Significaba algo, pero no necesariamente hacía algo. Isaías observó que los sacrificios carecían de sentido para Dios porque la gente seguía haciendo el mal a los demás y vivían dándole la espaldas a Dios (1:11-20). Pero también es Isaías quien escribió sobre la esperanza, un rey siervo que expiaría de una vez y por todas, los pecados no solo de Israel, sino de toda la humanidad (Isaías 11, 53, 61). Y aquí es donde Jesús entra en escena.

Juan el Bautista (Juan 1:29), el apóstol Juan (1 Juan 4:9-11) y el autor de Hebreos (9:6-14) dejaron claro que Jesús era el cordero de Dios, el único que podía hacer la expiación perfecta, de una vez por todas. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a Su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados” (1 Juan 4:10). El amor de Dios por nosotros motiva la llegada de Jesús. Jesús, al ofrecer voluntariamente Su vida (Filipenses 2:5-11) es el “algo más” real y definitivo al que apuntaban los sacrificios de Israel. Su sacrificio hizo y sigue haciendo algo en todos los que creen en Él. Nos hace Sus hijos (Juan 1:12), nos da la vida eterna (Juan 3:16), nos reconcilia con Dios (2 Corintios 5:19), nos libera de la esclavitud del pecado (Romanos 6:6), nos da una vida nueva (Gálatas 2:20), revierte la caída de la humanidad (Romanos 5:15), nos reserva para Él: nos santifica (1 Corintios 1:30), nos perdona (Hebreos 10:1-18) y nos sana (Isaías 53:5). El sacrificio de Jesús en la cruz no es una cobertura temporal de los pecados, como lo eran los antiguos sacrificios de animales. Es la expiación final, y única suficiente, ofrecida a la humanidad a través del arrepentimiento y la fe en Jesucristo para que vivamos de acuerdo con el propósito original de Dios para nuestras vidas. Nos mostró cómo vivir la vida que debemos vivir e hizo por nosotros lo que no podíamos hacer por nosotros mismos.

En definitiva, no tengo que vivir en otro universo como el de Marvel para sentir que alguien “me tiene cubierto”. Por muy increíbles que sean los superhéroes, ninguno podría acercarse a Jesucristo, quien interceptó nuestro universo, nuestra historia y nos tiene cubiertos, ahora y siempre.

Algunos recursos para explorar la expiación son The Mosaic of Atonement (El mosaico de la expiación) (McNall), Five Views on the Extent of the Atonement (Louth et al.) y el BibleProject. Una buena práctica es leer y dialogar estos temas con otras personas: la comunidad mejora la comprensión y ayuda a fortalecer nuestra fe. Así que, ¡nos vemos en el camino!

Yamil Acevedo es vice presidente ejecutivo del Seminario Wesley, Marion, Indiana. Está casado con Yaremí Alicea y tiene dos hijos adolescentes. Como ocio, le encanta viajar, conocer culturas, conocer gente, leer y tomar café.

 

Preguntas para reflexionar y conversar

  • La palabra hebrea kipper/kopher se traduce como expiación, que significa cubrir, pagar una deuda y purificar. Cuando miramos el libro del Levítico en el Antiguo Testamento, vemos lo que en esta época consideraríamos la práctica inhumana del sacrificio de animales que Dios instituyó para cubrir los pecados de la humanidad. ¿Por qué crees que Dios utilizó este método para ayudar a su pueblo a comprender el resultado del pecado?
  • A lo largo de la historia de Israel, ¿de qué manera Dios se acercó a su pueblo para mostrarle su santidad, poder, justicia, amor y misericordia?
  • ¿Cómo puede la presencia de Dios permanecer en personas pecadoras impías? ¿Qué ha hecho Dios para que eso sea posible?
  • El pueblo de Dios, Israel, ofrecía sacrificios de animales año tras año. Sin embargo, los sacrificios eran solo un símbolo que no necesariamente lograba algo, sino que representaba algo. ¿Qué representaban estos sacrificios?
  • Jesús se convirtió en el sacrificio definitivo que pagó el precio e hizo expiación por todos nuestros pecados de una vez y por todas. Fue un sacrificio que nunca tendrá que repetirse. Solo necesitamos creer y poner nuestra fe en Cristo. ¿De qué manera esta certeza te da esperanza y seguridad en tu camino de fe?

 

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