El punto de inflexión entre la historia tal como la conocemos (los reinos de este mundo) y el reino eterno prometido en las Escrituras (el reino de nuestro SEÑOR) será una gran reunión de todas las personas que han vivido en este planeta.
Imagínate miles de millones de individuos, ahora con cuerpos resucitados, de pie, en la presencia de Dios Todopoderoso, que es consciente de cada acción externa y la intención interna del corazón. Las Escrituras no aclaran cómo ni dónde tendrá lugar esta reunión, pero sí sabemos que en ese momento “TODA RODILLA SE DOBLARÁ … y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor” (Filipenses 2:10-11). Aquellos con fe en Jesucristo, que han respondido a su regalo de salvación, exclamarán estas palabras con alegría y expectativa de lo que les espera. Los que no han respondido al llamado del Espíritu y han tomado su propio camino, dirán estas palabras con temor y miedo del juicio que les espera.
Todos comparecerán ante el Cristo crucificado y resucitado, que en ese momento será el juez de toda la humanidad. Los que hayan puesto su confianza en Cristo encontrarán que sus nombres han sido escritos en el Libro de la Vida (Apocalipsis 20:12). Serán acogidos en una esfera de existencia eterna y sublime. Esta morada de los justos suele llamarse “cielo” y se describe con imágenes de calles doradas, multitudes de ángeles y cánticos incesantes de alabanza a Dios. Algunos cristianos ven este reino eterno en una dimensión totalmente distinta de nuestra actual existencia terrenal; otros imaginan un cielo y una tierra nuevos (Apocalipsis 21:1), donde nuestro planeta que ha visto los estragos del pecado y la corrupción será restaurado al Edén original que Dios diseñó hace siglos. Las consecuencias del primer pecado de Eva y Adán (dolor, sufrimiento y violencia) serán abolidas.
Dondequiera que esté el cielo, el gozo supremo será vivir con la gran compañía de los creyentes en la presencia eterna del Todopoderoso que nos creó, del Hijo que murió por nosotros y del Espíritu Santo, cuya presencia nos rodea y nos da aliento (Apocalipsis 21:3).
Pero ¿qué pasa con los que rechazan las buenas nuevas de la obra de Cristo en la cruz y el llamado del Espíritu Santo en sus vidas? Ellos también vivirán para siempre, pero en un reino de agonía y remordimiento donde sufrirán las consecuencias de una vida de incredulidad y pecado. A este reino se le conoce como “infierno” y se describe con varias imágenes de oscuridad, fuego, putrefacción (gusanos) y sufrimiento continuo (Marcos 9:48). No necesitamos saber si se trata de descripciones literales o figurativas. Sin embargo, la realidad es que las personas condenadas a este destino se encontrarán con una experiencia en la que la presencia y el amor de Dios están ausentes.
Las Escrituras enseñan además que, más allá de haber creído en la obra salvadora de Dios en Cristo, se pedirá a los justos que den cuenta de sus actos mientras vivían en la tierra (2 Corintios 5:10). Esto incluirá no sólo lo que han hecho como individuos, sino cómo se han comportado en comunidad con los demás. Los pasajes de la Biblia hablan de naciones, ciudades y otros grupos que serán juzgados por su acción o falta de acción hacia los demás.
¿Resultará esa rendición de cuentas en un sistema de recompensas (coronas) o de reprimendas, como sugieren algunas de las parábolas de Jesús? ¿O perdonará la gracia divina todos nuestros errores, siendo la vida eterna la única recompensa que debemos esperar en un reino futuro que carecerá de estatus y discriminación? Quizá haya quienes reciban mayores alabanzas por su fiel servicio, pero es más probable que, en palabras del himno de Charles Wesley, nosotros “arrojemos nuestras coronas ante Él (Jesús), llenos de asombro, amor y alabanza”. Todos deberíamos vivir de tal manera que pudiéramos oír “Bien, siervo bueno y fiel” (Mateo 25:23).
Los wesleyanos creemos que un Dios omnisciente, a quien “todos los pensamientos le son revelados, todos los deseos le son conocidos, y a quien ningún secreto le es oculto”, combinará la justicia y el amor en sus decisiones finales. Nadie estará en el infierno por accidente. Afirmamos con Abraham: “¿No hará justicia el Juez de toda la tierra?” (Génesis 18:25).
Más importante que tener las respuestas a todas las preguntas sobre el mundo venidero, es que nos comprometamos a llevar una vida de fe y obediencia para que podamos exclamar alegremente con los creyentes de todos los tiempos: “Cuando allá se pase lista, a mi nombre yo feliz responderé”.2
Clarence (Bud) Bence ha servido a La Iglesia Wesleyana como pastor, profesor universitario, escritor y conferencista en muchos entornos denominacionales.
Preguntas para reflexionar y conversar
- Filipenses 2:10-11 nos dice que un día todos comparecerán ante Dios, que conoce cada acción exterior y cada intención interior del corazón. En ese momento “toda rodilla se doblará” y “toda lengua confesará que Jesucristo es Señor”. ¿Cómo imaginas que será tu experiencia física, espiritual y emocional como creyente en ese día? ¿Cómo imaginas que será la experiencia de los no creyentes en ese día?
- Aquellos que han elegido poner su fe en Jesucristo como su Señor y Salvador tienen la seguridad de pasar toda la eternidad en el cielo. ¿Cómo te imaginas el cielo? ¿Qué entiendes del cielo a partir de tu propia lectura de las Escrituras?
- Los que han rechazado las buenas nuevas de la obra de Cristo y el llamado del Espíritu Santo en sus vidas experimentarán una realidad eterna totalmente diferente. Según Marcos 9:48, ¿qué les aguarda en este “infierno” eterno a los que han rechazado a Dios?
- En 2 Corintios 5:10 se nos da a entender que tendremos que presentarnos ante Dios y dar cuenta de nuestros actos mientras vivíamos en la tierra. Este puede ser un pensamiento desalentador para muchos creyentes, ya que en nuestra condición humana todos nos quedamos cortos. Sin embargo, la Palabra de Dios nos habla repetidamente de la expiación divina que Jesús soportó para nuestra restauración. Sabiendo que esto es cierto, ¿de qué manera contemplas el día del juicio? ¿Cómo celebras este regalo en tu vida? ¿Cómo compartes esta esperanza con los demás?
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[1] “Prayer for Purity,” Book of Common Prayer (Oxford: University of Oxford Press, 2019).
[2] James Milton Black, “When the Roll is Called up Yonder,” Sing to the Lord (Kansas City, MO: Lillineas Publishing, 1993).