“En una sociedad de comunicación súper sofisticada, a menudo sufrimos de una escasez de oyentes.” (Erma Bombeck)
Esta es la temporada en los Estados Unidos donde reservamos tiempo para estar agradecidos, tal vez disfrutando de una comida con aquellos más cercanos a nosotros y contando nuestras bendiciones. Espero que lo hagamos- yo, sin duda alguna, planeo hacerlo con mi familia. Sin embargo, también será un momento en que, una vez más, se nos recordará sobre nuestras divisiones. No sólo es nuestro país que está dividido, sino también nuestros estados, nuestros condados, nuestras ciudades y, a veces, incluso nuestras iglesias y familias. Muchos de nosotros deseamos que la política no aparezca en la mesa de Acción de Gracias.
Si la política se llega a mencionar en tu mesa, por favor haz lo más importante: escucha.
Una iglesia maravillosamente diversificada
Me siento honrado de servir como Superintendente General en la Iglesia Wesleyana. Una denominación que está activa en 96 países y que sigue creciendo. La mitad de esos ministerios fueron iniciados o son sostenidos por líderes indígenas o por misioneros de fuera de Norteamérica. Cuando veo a nuestra iglesia en términos de edad, grupo étnico, e incluso la política, es evidente que somos diversos. Nuestra unidad no está en nuestra uniformidad. Multietnicidad es parte de nuestra misión de multiplicación. Discipulamos a todos los creyentes, no sólo a aquellos que son como nosotros. Nuestras iglesias se encuentran en varios códigos postales: urbanos, suburbanos y rurales, y sabemos que, si vamos a multiplicarnos, debemos perder algo de lo que hemos sido para convertirnos más en lo que Dios quiere que seamos. La raíz común de nuestra identidad se encuentra en Cristo, en ninguna otra parte.
Creemos que la misión de la iglesia es tan importante que necesitamos que todos pongan sus manos a la obra para llevar a cabo la tarea. Sin dar poder a las dotes de las mujeres en el liderazgo y en el ministerio, no podemos lograr la misión. Sin eliminar las barreras que enfrentan los grupos marginados, no podemos tener éxito. Aquellos que han vivido diferentes experiencias nos hacen mejores: sus perspectivas nos ayudan a combatir el pensamiento grupal y sus experiencias fortalecen el todo.
Una iglesia maravillosamente diferente
Como wesleyanos, personas cuyos “corazones son extrañamente amables,” somos un grupo extraño. Somos difíciles de categorizar. Es por eso que verán a algunos de nuestros líderes romper el molde conservador en temas como la reforma migratoria, o que se opusieron a la nominación del presidente electo Donald Trump. Es por eso que algunos de nuestros líderes rompen el molde progresista en temas como el aborto, o que se opusieron a la nominación de Hillary Clinton. Si los wesleyanos tuvieran una plataforma política, querríamos que se pareciera a las Escrituras, no a Washington, DC.
Los wesleyanos hemos respetado a los líderes que expresan, de manera honesta, que no están de acuerdo con el 95% de los conflictos políticos de hoy. Algunos gigantes de nuestra tradición han estado debatiendo sobre la política desde que nací. En conjunto, no somos republicanos ni demócratas. No somos ni verdes ni libertarios. No somos partidarios ni complacientes. Si hemos jurado lealtad eterna a cualquier partido, es al del Cordero, no al burro o al elefante.
Parte de nuestra rareza es porque estamos bíblica y fervientemente apasionados en nuestra relación con Dios, pero también tenemos un profundo deseo de defender a los marginados. Nuestras raíces están en el trabajo de abolir la esclavitud y en el defender que las mujeres tengan derecho a votar. Esto nos hace ser de una clase única en su género, y mientras que nuestra denominación no es grande, en el ámbito político, tiene una cobertura más grande de lo que uno podría imaginar. Aquí, todo tipo de perspectivas políticas han encontrado un hogar.
Escasez de oyentes
Mientras la iglesia se aparta para mirar la pelea política, creo que puede notar que muy pocos están escuchando a los que no piensan igual. Cada persona ha formado sus propios repertorios de respuestas para cada una de las opiniones, y esto no es sólo malo para los Estados Unidos, sino que también no es como debe funcionar la iglesia y debemos trabajar activamente para cambiarlo.
Algunos dicen que el Sr. Trump fue elegido por personas que se sentían olvidadas y que nadie los escuchaba, hasta que finalmente fueron escuchadas con sus votos. Otros dicen que las voces de ciertos grupos minoritarios, ya sean afroamericanos o hispanos, han sido ignoradas con el discurso político ya que los amenaza y les hace sentir temor. Varios campañas y movimientos han resurgido llamando la atención de aquellos que no parecen captar nuestra atención. El esfuerzo de recordar a la gente que las vidas negras importan (black lives matter) es uno de esos ejemplos.
Muy pronto estos esfuerzos se convierten en un debate sobre quién tiene derecho a decir qué: si mi injusticia es comparable a la tuya, si mi dolor es legítimo o si mi ofensa es justificada. No discutimos las ideas, sino que debatimos si cada persona tiene derecho a sus ideas. Los argumentos se deciden antes de comenzar.
“El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio” (Proverbios 12:15, RV1960).
El pastor Phill Tague de la Iglesia Ransom en Sioux Falls en Dakota del Sur, compartió recientemente con nuestros miembros de la directiva, una historia de Erma Bombeck de cuando ella estaba abordando un avión e iba leyendo una novela mientras esperaba en la fila. Una mujer junto a ella intentó repetidamente comenzar una conversación en repetidas ocasiones. Bombeck mantuvo sus respuestas cortas. Sólo quería que la dejara tranquila. Finalmente, la mujer compartió que el cuerpo de su difunto esposo, de 53 años, estaba en el avión. Luego de que cada una se fue por caminos diferentes, Bombeck se sintió avergonzada de haber ignorado “a otro ser humano que gritaba ser escuchado”. Bombeck pensaba que todo lo que la mujer necesitaba era “un oyente… no un consejo, o sabiduría, o dinero, o asistencia, o experiencia o incluso compasión… sino sólo un minuto, o dos, para escuchar.”
Escuchar esta historia trajo a mi mente una de mis citas favoritas. David Augsburger dijo: “Ser escuchado está tan cerca de ser amado que para la persona promedio, son casi indistinguibles.” Me pregunto si podrías unirte a mí para convertirnos en un movimiento de personas que realmente escuchan.
Lo que estoy escuchando
Por lo que he estado escuchando en esta temporada, estoy preocupado:
He oído hablar de un pastor wesleyano que tiene una hija en escuela primaria. Ella fue adoptada de África y un día, luego de la escuela, regresó a casa aterrorizada porque otros niños le dijeron que debido a las elecciones ella tenía que regresar a África. Cuando los padres la llevaron a la escuela, la única buena noticia que los administradores podían darle era que la niña no estaba sola pues estaban recibiendo docenas de quejas de que niños de otros países, o cuya piel era trigueña, se les estaban diciendo cosas similares.
Pero no es sólo la crueldad de los niños que se ha avivado. Uno de nuestros estudiantes del seminario en una de nuestras instituciones tenía “KKK” pintado en la pared de su dormitorio y, después de muchas quejas, tomó semanas para que la institución pudiera pintarlo y cubrirlo.
He escuchado de muchas bocas y de todo tipo de personas que tenemos los candidatos que merecemos, que reflejan no sólo lo peor de Washington, sino también lo peor de nuestra cultura. Lo que es más difícil de escuchar es que los candidatos podrían reflejar lo peor de la iglesia.
He oído hablar de personas cuyos líderes cristianos, incluso en nuestras propias filas, no muestran el fruto del Espíritu en la forma en que se involucran en la esfera política. Comparten preocupaciones de que sus líderes hablan de unas cosas de una manera cuando están presentes, pero hablan de otra cuando no lo están. Les duele preguntarse: “¿Hay espacio para mí entre los wesleyanos?”
Qué estamos haciendo
La respuesta es sí, pero la acción tangible es necesaria para demostrar nuestra confianza. Debemos empezar a hablar menos y a escuchar más.
Las relaciones deben ser la prioridad. Necesitamos compartir el pan unos con otros. Necesitamos hacernos preguntas difíciles: “¿He invitado a comer en mi casa a una pareja o a una familia que es diferente a mí? ¿Que su piel es diferente a la mía? ¿Que tienen un nivel de ingresos diferente al mío? ¿Que vive en otra parte de la ciudad de donde yo vivo? ¿Que nació en un país diferente del cual yo soy?”
Tenemos que asumir la responsabilidad. Si bien la Iglesia Wesleyana es, históricamente, una parte del movimiento de santidad y no un subproducto de la denominada “Iglesia Evangélica”, debido a que el resultado de la elección y debido a la suposición acerca de cómo votó nuestro pueblo, nos cuestionan.
No sé cómo votó la mayoría de las personas santas a las que sirvo. No hacemos encuestas entre los wesleyanos, y no planeamos comenzarlo. Pero este es un momento para recordar nuestras convicciones fundamentales, que nosotros, como dije antes, somos los extraños wesleyanos porque estamos bíblica y fervientemente apasionados en nuestra relación con Dios, pero también tenemos un profundo deseo de defender a los marginados. Si perdemos esto, nos perdemos a nosotros mismos, y nos convertimos en algo diferente y en algo no bíblico.
Creo que una parte de los Proverbios nos lo enseña bien: si tuviéramos una postura humilde en estos días, no sólo le serviría bien al mundo, sino que honraría más a Cristo, nos haría tener una presencia fiel y una iglesia discipulada de buena manera y digna de multiplicarse.
Presta oído a la sabiduría;
entrega tu mente a la inteligencia.
Pide con todas tus fuerzas
inteligencia y buen juicio;
entrégate por completo a buscarlos,
cual si buscaras plata o un tesoro escondido.
Entonces sabrás lo que es honrar al Señor;
¡descubrirás lo que es conocer a Dios! (Proverbios 2:2-5, DHH)
Convirtámonos en personas que modelen, regularmente, los frutos del Espíritu y presenten de forma evidente una postura de empatía para que sea obvio que somos personas de confiar y estamos listas a escuchar.
Que Dios nos provea con oídos de sabiduría, para que realmente podamos concentrarnos en entender a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos. Si escuchamos, podremos escuchar a Dios hablándonos a través de ellos mientras continuamos siéndole fiel a Él.